Discurso de Tokio – 21 de abril de 1971
Esta intervención de Lacan tuvo lugar el 21 de abril de 1971 en Tokio, en la editorial de Kobundo, que ha publicado la producción japonesa de los Escritos, en ocasión de un reencuentro organizado por el Pr. Takatsugu Sasaki, con el equipo de traductores que había reunido para traducirlos. La transcripción de esta intervención del Dr. Lacan llegó a nuestro poder gracias al Pr. Sasaki que la ha conservado, ya que el Sr. Philippe Pons, corresponsal en Tokio del diario Le Monde, la había perdido.
Este texto ha sido traducido en japonés por el Pr. Sasaki, que lo hizo publicar bajo el título <Discurso de Tokio>, conjuntamente con la traducción de <Radiofonía> realizada por el Sr. Takuhiko Ichinura, en un libro editado en 1985 por Kobundo e intitulado <Discursos de Jacques Lacan>.
Dr. Jacques Lacan:
La Escuela Freudiana de París, de la cual los Escritos no pretenden ser el programa, ha salido de dos escisiones que se produjeron en el interior del grupo psicoanalítico de París. Yo llamo grupo a algo muy general, simplemente por el hecho de que hay psicoanalistas en París. Hubo una primera escisión que condujo a la separación dando lugar a la creación de: el Instituto de Psicoanálisis de París y a la Sociedad Francesa. Cuando vine a Japón hace once años, formaba parte de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Estas escisiones en la historia de los grupos de Psicoanálisis en Europa no son raros. Tomemos el caso de Suiza, hay más de un grupo y esos grupos fueron reunidos de una manera muy débil.
Esta primera escisión se ha producido por razones contingentes, ligadas a cosas secundarias como las rivalidades personales. Pero por razones también muy contingentes, uno de estos grupos se separó de la Asociación Internacional de Psicoanálisis. Esto a causa de las relaciones personales mantenidas entre la Princesa Marie de Grecia[1] y Anna Freud. Estas relaciones personales han hecho que en lugar de que estas dos sociedades sean reconocidas, lo cual hubiera sido lo normal, se convirtió en una minucia jurídica, al saber que nosotros habíamos presentado nuestra renuncia, lo cual era correcto pero desde un punto de vista formal nos excluía. Si la Asociación Internacional hubiera jugado un juego normal, habría considerado que se trataba de un accidente, y nos habría reconocido como otro grupo. Esto tuvo consecuencias curiosas, hay gente entre nosotros que quedó nostálgica a propósito de esta separación y que han hecho de todo para volver a entrar a la Asociación Internacional.
Y es aquí que lo que se estaba revelando desde hacía diez años de mi enseñanza tomó su importancia, es decir que lo que yo enseñaba era totalmente distinto a lo que se hacía en la esfera del psicoanálisis anglo – americano. No es algo sorprendente, Freud había previsto que el psicoanálisis sufriría un desvío muy importante por el hecho de ser tomado por el pensamiento de la sociedad americana. Hay indicios escritos en su obra. Él lo había previsto.
Heinz Hartmann quien hace la ley de la Sociedad de Nueva York, dijo que el programa de psicoanálisis, de su trabajo y de su enseñanza, debía volver a encuadrarse en la psicología general. Es algo que se ha dicho y escrito y constituye el programa de la escuela americana, la que sigue el movimiento de Nueva York. Estados Unidos es muy grande, y eso ofrece una cierta diversidad; sin embargo algo ha quedado de los métodos imperativos que los emigrantes de Alemania trajeron consigo. Es cierto que este grupo, que yo conocía muy bien porque los he visto pasar a París en los años anteriores a la guerra entre 1933 y 1938, ha impulsado, a partir de la guerra la psicología americana.
De lo sucedido en 1963[2], surge la necesidad imperiosa entre personas que eran mis colegas, profesores de la Sorbonne, de volver a entrar en la Sociedad Internacional; esto les ha hecho hacer concesiones sobre el tema central de mi enseñanza que se distinguía radicalmente de lo que dictaba la ley del psicoanálisis americano. Se puede decir por ejemplo que Anna Freud, en su manera de tratar el psicoanálisis de niños, empujó las cosas a un grado que armoniza muy bien con el programa de la Sociedad de Nueva York.
Es en ese momento que en esas condiciones y visto el giro que tomaban las cosas yo dije que no continuaría mi enseñanza que era la verdadera vida de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis; es evidente que era mi enseñanza lo que le daba su peso. No había otra persona más que yo que impartiera enseñanza. Los profesores de la Sorbonne, que no voy a nombrar, solo repetían temas sin manifestar gran fecundidad. Después de esto declaré que no iba a continuar con mi enseñanza, sin tener ninguna garantía en cuanto al futuro.
En ese momento se me propone de continuar mi enseñanza en la 6º sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios donde soy colega de gente como Lévi – Strauss. Frente al hecho de que ex – alumnos permanecieron conmigo y no se adhirieron a la Sociedad Internacional, me encontré con que debía hacerme cargo de ellos y fundé lo que llamé la Escuela Freudiana de París. Es cierto que llamarla Freudiana en estas circunstancias, quiero decir separándome de una asociación internacional que pretende tener el monopolio de la herencia freudiana, me expongo a una disputa incluso jurídica. En realidad no hubo consecuencias, nadie en París osó discutir que me enseñanza fue freudiana. Es lo que puedo decir en cuanto a la situación actual de la Escuela.
Hay mucha gente, incluso en los otros grupos, que ven una ventaja en estar ligados a la Asociación Internacional. Conozco más de uno que no pone un pie en los congresos y que tienen cierta aversión hacia esas manifestaciones. Lo que es cierto es que todos aquellos que, de alguna manera, han apreciado mi enseñanza, incluso de otro grupo, por razones de ambición personal, algunos me han abandonado jurídicamente, incluso se encuentran muy mal, por sus propias confesiones, en las manifestaciones de lo que domina dentro de la Asociación Internacional, es decir donde las comunicaciones se basan en preconceptos, en principios, en prejuicios, es decir juicios fundamentales que jamás son discutidos.
Las cosas que se enuncian en estos congresos los ponen muy incómodos, ya que ellos se encuentran pautando su práctica sobre ciertos principios que yo enuncio, y es necesario que subraye, que no es más que toda esta construcción, que hice en el curso de estos años, estamos en el décimo octavo año de mi enseñanza.
Entre ustedes nadie es psicoanalista. Es lamentable, pero esto podría ayudar en ciertas cosas. Si hubiera algún psicoanalista estaría formado según los principios que deben emanar de alguna manera más o menos directa de la Escuela americana, esto también sería una dificultad. Lo que vuelve tan penoso, para aquellos que han apreciado mi enseñanza, cierto estilo de enunciación, de mirada puesta en su práctica, es que estas cosas que pueden parecerles muy abstractas – es la peor palabra, no es abstracto, son siempre cosas muy concretas, – estas cosas que, si ustedes no son analistas difícilmente pueden imaginar, a saber lo que es la experiencia de lo que nosotros llamamos del diván. Es decir lo que pasa cuando alguien está allí en el consultorio del analista, sobre el diván e implicado en esta suerte de artificio, porque evidentemente el psicoanálisis es un artificio. No hay que imaginarse esto como algo que sería el descubrimiento de no sé qué corazón del ser o del alma. ¿En nombre de qué se produciría esto?
El psicoanálisis no es una ascesis[3], es una técnica, un artefacto muy preciso que está destinado a concebir la verdadera naturaleza. La gente viene a demandar algo de lo cual ella misma no tiene ninguna idea; lo que demandan es algo muy vago y que, al menos en algunas personas, está apoyado en ciertos síntomas con los cuales sufren y de los cuales quieren desembarazarse. El psicoanalista es considerado como una suerte de poder oscuro que debe tener los medios para hacer maravillas. No es algo con lo que nosotros jugamos. Quiero decir que de cualquier manera hay que hacer justicia al psicoanálisis porque no trata de jugar con esta dimensión de la sugestión ni de la creencia ni de la confianza; tampoco de la dirección de lo que uno llama el paciente. Si fuera así, el psicoanálisis habría desaparecido hace mucho de este mundo, como ha sucedido con ciertas técnicas que jugaban con este aspecto humano.
El psicoanálisis es una técnica muy precisa que juega con esta regla que uno da al paciente de decir lo que le salga. Naturalmente, uno lo orienta un poco hacia lo que podría ser interesante, le enseña a ir un poco más lejos de lo declarado. Les dice que no se detengan ante nada, mismo con cosas que puedan parecerles indiferentes o maleducadas, que las digan como les salgan. Que, a partir de esta práctica, algo que es infinitamente más rico y más complicado se establece. Esto ha sorprendido a los que comienzan esta práctica: es lo que se llama la transferencia.
La transferencia es entonces una cosa diferente al enganche con el analista por la fe y la confianza depositada en él, siempre y cuando se la analice. Hay una cosa cierta, la realidad de la transferencia es algo muy oscuro; y sería mejor saber lo que uno hace y poner el acento en lo que resulta del análisis de la transferencia. Es verdad que hablando y llevando a cabo la teoría de una cierta forma, se llega a cosas muy oscuras y sistemáticas, que desembocan en callejones sin salida. Esto se sabe desde siempre. Si se ha hablado de neurosis de transferencia, es porque se ha visto justamente que la transferencia no se manejaba tan fácilmente como se pensaba. Al manejarla de cierta forma, se la eterniza. Se establece una nueva forma de neurosis, que es el entramado mismo de las relaciones entre el analizado y el analista.
Lo que yo enseñé tiene igualmente este efecto que permite entender de una manera diferente lo que dice el paciente. Para no complicar las cosas, limitémonos a llamarlo el paciente; lo que es una mala fórmula, deben saber que yo lo llamo psicoanalizando; esto no está hecho para sorprender a un oreja habituada a la lengua inglesa, a pesar de que haya un gerundio, que quiere decir < el que debe ser psicoanalizado >, esto tiene una ventaja sobre la palabra francesa hasta ahora usual, de llamarlo psicoanalizado porque en realidad es equivocada ya que no lo está, no lo está hasta el fin. Ya que no lo está llamémoslo el psicoanalizando en francés, esto pondrá un poco más el acento sobre algo activo porque el psicoanalizando no es un simple paciente es alguien que tiene un trabajo para hacer. Es sorprendente para gente que sigue mi enseñanza, cuantas veces sucede que gente que sigue pacientes – volvamos a nuestra antigua denominación – o están en análisis, me aportan el testimonio de que esto que yo acabo de decir en mi último seminario, les ha sido dicho textualmente como por milagro, por un enfermo cuarenta y ocho horas antes. Es muy probable que si ellos no hubieran tenido mi seminario no hubieran comprendido lo que el paciente decía. Nosotros estamos todos acá, hay una manera de entender que hace que sólo entendamos lo que estamos habituados a entender. Cuando se dice algo de otro, la regla de juego de la palabra hace que simplemente lo censuremos. La censura es algo banal, no se produce solo al nivel de nuestra experiencia personal, se produce en todos los niveles de lo que llamamos nuestras relaciones con nuestros semejantes, es decir que lo que nosotros no hemos ya aprendido a entender, no lo entendemos. No nos damos cuenta que todo un párrafo de lo que acaba de ser dicho, no está bien entendido. Es aquí que entramos en lo que es importante de lo que yo enseño: quiere decir pero no es suficiente querer. Uno quiere decir pero lo que se quiere decir es en general fallado. Es aquí que la oreja del psicoanalista interviene, que él se da cuenta de lo que el otro quería verdaderamente decir. Y lo que quería decir, en general, no es lo que está en el texto.
Yo no sé lo que es la lingüística en Japón, sobre qué registros trabajan. En mi enseñanza, la lingüística sólo tiene un valor de referencia iniciadora. Es necesario decir que si yo no hubiera tenido el público que tuve, médicos y psicólogos, es decir gente absolutamente inculta, – no digo inculta lingüísticamente, digo inculta a secas; no sabían nada -. Es de aquí que habría que partir. Habría que partir de ahí porque es ahí lo que en mi lenguaje significa el retorno a Freud. Esto para nada quiere decir que haya que retroceder, volver a no sé qué imaginación o pureza primitiva.
Si hubiera habido después de Freud, y hubo después de Freud cosas verdaderamente nuevas, no sólo no veo ahí ningún obstáculo sino que estoy muy interesado. Por ejemplo es claro que lo que ha aportado Mélanie Klein a pesar de que haya sido expresado de manera absolutamente salvaje, está tomado de una experiencia sorprendente y es necesario tratar de comprender de una manera conceptualmente clara y no de una oscuridad tal como ella lo presenta. A pesar de esto porta la marca de una experiencia, de una experiencia viva, de lo que ella se ha atrevido con los niños. Se le puede discutir desde un punto de vista terapéutico, lo que es cierto es que esto ha dado resultados y no ha tenido los efectos que algunas veces, cuando se escucha desde afuera la manera en que ella maneja a estos niños, uno podría creer que esto podría tener consecuencias temibles, no es el caso. Es bien tolerado y extremadamente fecundo este análisis.
No es un retorno a Freud en sí mismo. Es simplemente porque yo pienso que Freud primero ha sido leído de la manera en la cual uno puede leer cualquier cosa que se presente como nueva apartándolo de las nociones ya recibidas. Se trataba de algo verdaderamente subversivo. Fue necesario construir pequeños esquemas mentales que permitieran permanecer en los mismos pensamientos del hombre. Era necesario a cualquier precio permanecer ahí. De manera que se ha leído a Freud leyendo lo que se quería leer y no entiendo sin embargo lo que estaba escrito claramente. Hay tres libros iniciales que son: La interpretación de los sueños, la Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconsciente.
A pesar de todo, el lector, al menos el lector occidental y del extremo oriente creo que también necesita del alma. El alma es algo que debe existir, que es separable del cuerpo y que debe tener sus propias reglas. Yo sé que para ustedes la tradición es diferente y que han necesitado de los occidentales para empezar a hablar de psicología; hablando con precisión no hay enseñanza de psicología, la hay de un cierto número de diversas prácticas de meditación. Pero En la Universidad en occidente desde que ella existe, es decir, desde el final de la Alta Edad Media, la psicología ha tomado su lugar, y el resultado ha sido ciertas suposiciones que han pasado a la conciencia común y han devenido algo absolutamente esencial.
Si ustedes comienzan a leer Freud sin prejuicios psicológicos, – puede ser que ustedes tengan más posibilidades de lograrlo que los occidentales – se van a sorprender de que se habla solo de palabras. Cuando se habla de La interpretación de los sueños ¿qué es lo que Freud dice? Lo dice desde el inicio: <el sueño es un jeroglífico>. Cuando digo retorno a Freud, digo que lean lo que está verdaderamente escrito sin tratar de entender de inmediato esta bola de algodón que se llama el inconsciente y de la cual se irradian algunas plumas que serían entonces lo conciente. No se hagan esquemas que reposan siempre sobre la idea de que hay una sustancia llamada alma que tiene su vida autónoma, porque no se puede impedir que la gente piense que el alma tiene su vida distinta y que es ella la vida, que es la que anima el cuerpo. Se ha leído a Freud así, interpretando que el inconsciente es una sustancia.
El comienzo de lo que fue mi enseñanza, y yo empecé con el tema habiéndome tomado mi tiempo, en el año 51, ya tenía detrás doce o trece años de práctica, experiencia como analista y una lectura de Freud desprovista de prejuicios. No enseñé nada prematuramente. Es después de esto que yo elegí, dado el público de médicos que tenía, para quienes esto es más fuerte que para otros justamente porque son médicos y se ocupan del cuerpo, no saben nada: un médico sabe menos que un masajista, está encantado cuando se le habla de alma, cuando se les explica que las enfermedades son del alma, es la relación médico – enfermo, ellos se regocijan: han encontrado la justificación de su existencia. La desgracia es que esto ha podido ser peor desde siempre. Todo esto se lleva muy bien con el sistema religioso general, no hay nada, a fin de cuentas que sea más organicista, que desee más que las historias del cuerpo se resuelvan por cuestiones mecánicas, que se incline más por las explicaciones somáticas, que la Iglesia Católica. Desgraciadamente, es claro que a medida que la biología avanza se complica con las someras ideas de la tradición médica. Cuando se dice simplemente que el alma, por ejemplo, es la relación médico – enfermo, los médicos se encuentran justificados.
El psicoanálisis no está hecho para fomentar esta tendencia, muestra otra cosa que nada tiene que ver con la psicología. Esto es lo que hay que saber. Y para saberlo, como uno no puede pelearse con las sombras, yo no quiero pelearme con los médicos por decirles que su medicina es imbécil, he elegido ver lo que se podría hacer a partir de lo que Freud genialmente supo entender. ¿Entender qué? No otra cosa que las histéricas. Al nivel de las histéricas se produce algo excepcional, es que lo que se revela es un cierto número de fenómenos, quiero decir los mecanismos de esos fenómenos observables en otras patologías pero oscurecidos por toda suerte de cosas de las cuales la primera es la psicología misma. ¿Qué más psicólogo que un obsesivo? Hace psicología todo el día. Es una de las formas de su enfermedad.
La histérica revela los secretos de esto, que consisten exactamente en algo sorprendente que hay en el hombre: un cierto nivel de fenómenos que solo se pueden explicar por medio de una traducción. En sentido literal, no se trata de transposición sino de traducción, una traducción no puede existir sin lenguaje. El sueño es un jeroglífico, qué puede querer decir esto sino que debajo de las figuras del sueño, hay palabras. O bien Freud no sabía lo que decía o bien esto debe tener un sentido y el sentido solo puede ser que bajo las figuras del sueño, debe encontrarse una frase. Se podría decir que desde hace siglos se opera con los sueños. No ha habido más que una equivocación, fue la de creer que el jeroglífico siempre estaba hecho con los mismos elementos: cuando se soñaba con un fuerte viento quería decir suerte en el amor etc.., ya era un jeroglífico pero traducido de una manera idiota. Es un ejemplo en la medida en que permite ilustrar lo que merece ser llamado un saber. A fin de cuentas en la historia de la humanidad un saber es siempre algo que ha sido tratado de una manera oscurantista. En todo saber, hay del saber – hacer, pero sabemos que esto no es tan evidente.
Tenemos con Freud una chance, una idea de algo que concerniente a ciertos fenómenos podría conducir a un cierto rigor científico. Es aquí que me parece interesante. Es lo único que justifica el mantenimiento de estos encuadres en el interior de los cuales funciona el psicoanálisis. Hay aquí una posibilidad de un abordaje científico de algo que no se trata de definir prematuramente como un dominio. Yo no estoy para decir que este es el comienzo de una psicología científica. Lo que hay de científico en esto, es que uno puede apoyarse sobre algo en el cual el conocimiento está suficientemente esclarecido para despegar del término conocimiento. Es otra cosa, hay un mundo entre lo que es una articulación científica y lo que desde siempre se ha puesto bajo el término naturalista de conocimiento.
Que la lingüística tenga actualmente este carácter de campo en fusión, es algo que hay que tomar en cuenta como es, pero del cual se tiene igualmente el sentimiento que de ahí se obtiene sobre ciertos puntos de los resultados. Cuando Jakobson llega a poner en orden el sistema fonemático del francés, es un resultado indudable. Esto no aclara el fondo del alma, la naturaleza humana, pero es perfectamente operativo. Es lo que es posible de articular fonemáticamente en francés. Es otra especie de saber, también es un saber, es el de toda persona que habla francés.
¿Cuál es la naturaleza del saber que hay al hablar la propia lengua? Nada más formular esta pregunta abre todas las preguntas. ¿Qué es saber el japonés? Es algo que contiene en sí un mundo de cosas de las cuales uno no puede decir que las sabe ni puede llegar a articularlo.
Esta ambigüedad del saber, llegar a alcanzarla al nivel de la operación de la palabra, es algo que necesita todo el tiempo poner el hecho a prueba para darse cuenta qué relación estrecha tiene con lo que pasa en un análisis. Es por esto que ustedes tienen un caso en un análisis: es una persona que les cuenta cosas y ustedes perciben hasta que punto es ambiguo lo que sabe, como está implicado lo que sabe dentro de lo que dice, y de lo cual a fin de cuentas no tiene la menor idea, al escucharlo de cierta manera ustedes perciben que dice otra cosa.
Sería una operación totalmente oscura si Freud no hubiera hecho en éstos tres libros de los cuales yo hablo, el análisis preciso de un cierto número de casos; porque yo he hablado en su momento del sueño pero hay también toda otra suerte de tropiezos. Por ejemplo, el hecho de que no encuentre su llave en su bolsillo cuando se trata de entrar en su casa o que por el contrario, usted tire su llave de su bolsillo para entrar a la casa de otro; Freud nos muestra que detrás de éstos actos que parecen fruto de la fatiga o de la distracción, hay una declaración. Ella dirá por ejemplo < si yendo a la casa de tal persona yo tiro mi llave, esto querrá decir estoy en mi casa>. Y esto solo puede comprenderse si quiere decir esto. Pero lo más importante es lo que sigue. El < yo estoy en mi casa> no es cualquier < yo estoy en mi casa>; hay más de una manera de estar en la casa de uno en alguna parte, y que lleva justamente la marca de algo que da la verdadera posición de lo que se puede llamar el pensamiento… por ahora digamos X. Esta X yo he tenido la audacia de llamarla el sujeto.
Evidentemente este sujeto tiene una historia que parece tener la más grande contradicción con lo que yo estoy diciendo. Pero está claro que hay que elegir: o bien el sujeto es éste que ha delimitado perfectamente cierta tradición occidental, o bien algo ligado al hecho que parece que no se pude pensar sin saber al mismo tiempo que se piensa.
¿Qué es lo que Freud nos aporta? Hay un mundo que hay que saber calificar y manejar con una gran precaución, porque yo les he dicho que hay que comenzar por arrojar todo lo que es el del aparato mental implicado por conceptos sustanciales como el alma y otros. Entonces prudentemente decimos que son los pensamientos; es difícil calificar de pensamiento algo que toma sentido claro a partir del momento en que uno sabe leerlo.
Lo propio del inconsciente es esto: testimoniar un saber, un querer decir, una necesidad de reconocimiento, porque cada uno de éstos síntomas quieren decir algo: ¿pero a quién? Está claro que en primera instancia un sueño no se dirige a nadie; esto no es verdad, porque es evidente en la experiencia analítica, que al comienzo de un análisis haya sueños que son literalmente soñados para el analista. Tienen este valor único de ser el equivalente del primer discurso al analista. Hay algo que comienza a querer decirse.
Lo que yo quiero remarcar, es entonces, en el interior de la experiencia analítica se manifiesta como situándose en un sesgo establecido de lenguaje, es lo que yo llamo <está estructurado como un lenguaje>. A partir de ahí, es cierto que la distinción significante – significado hay que manejarla de cierta forma, y se puede aprovechar para tomar ciertos registros que yo trato de hacerles sentir. Lo que es necesario evitar, es querer separar, – y es por esto que vuestra tarea es tan difícil – este aparato de lo que es la experiencia analítica de lo que marca los límites.
Que la experiencia analítica sea ella misma esencialmente de naturaleza lingüística, es donde está el hecho masivo.
La manera en que yo opero con los términos de Saussure, – y que por otro lado no son de Saussure; el signans y el signatum, los estoicos han sentido la necesidad en la lógica – tiene esencialmente este interés de mostrar que en el lenguaje, hay un aparato definible de una manera material que es irreductible: que el hecho de que el lenguaje sea articulado, procede de las combinaciones que son por naturaleza diferencias, es la única definición que se puede dar de los signos, es lo que se asienta como diferente de todo el resto, es en este sentido que el aparato fonemático es ejemplar. Es evidente que esto no alcanza.
Hay que hacer hincapié en que el aparato gramatical es algo esencial. Tengo de recordarles que definiendo términos como Verdrängung (represión), Verneinung (negación) y Verwerfung (exclusión, el hecho de no articular algo que es evidentemente situable en la estructura del lenguaje), articulando esto Freud nos da la llave de cierto tipo de gramática. Se trata de saber si esto tiene la característica completa de la gramática.
Es precisamente esto que con pequeñas cosas trato de construir: los lingüistas deberían servirse de ello. Yo no me siento para nada en dependencia del lingüista. De lo que el lingüista me aporta tomo lo que puede servirme. Esta claro que en el tratamiento de los términos significante y significado hay una ligera diferencia entre Jakobson y yo como puede observarse en la metáfora y en la metonimia. Para lo que es del orden de la negación los lingüistas ganarían mucho sirviéndose de la experiencia psicoanalítica.
El significante y el significado son fundamentales. Todo lo que es del aparato del lenguaje está a fin de cuentas incluido en ésta definición. El significado, es necesario decirlo, es siempre otra cosa que lo que el significante parece indicar.
Si uno cree que <mesa> quiere decir mesa, no se puede hablar más, es muy simple. Hay un uso de la palabra mesa que se aplica a otra cosa que a esta plancha de madera con cuatro patas, y es esto lo esencial. No hay una sola palabra de la lengua que escape a esta regla que, lo que parece indicar, es justamente esto de lo cual conviene desprenderse para comprender lo que es el uso de la lengua. Lo que es sorprendente, es que lo que hace sentido en una palabra, está estrechamente ligado, se puede demostrar la conexión con este hecho característico del lenguaje que no es jamás un calco de las cosas.
LIC. OLGA M. MATER
[1] Princesa Marie de Grecia a quien alude Lacan es Marie Bonaparte —— Roudinesco pag. 378, 9
[2] 1963 — lo expulsan a Lacan
[3] El término ascesis significa —– tomo 1 diccionario comedor