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LA OCUPACIÓN DEL DESEO (ante la desocupación)

Lic. Máter Olga Mabel info@olgamater.com

  Hemos observado que en los últimos tiempos muchos de nuestros pacientes, parecieran manifestar una particular neurosis ante la situación laboral del país. Así quienes tienen un empleo experimentan un continuo sobresalto por perderlo: y quienes están a punto de perderlo o no lo tienen, se sumen a menudo en un sobrio panorama de su vida. En todos los casos esta afección que hemos convenido en llamar “Neurosis de desocupación”, impide bajo el mote de “desocupado” o “futuro desocupado”, la posibilidad de proyectarse en una actividad laboral, crear, producir, abrir horizontes, etc. Es que ese “Otro de la desocupación”, se ha tornado, como árido fantasma, y cual pirueta de arlequín se asoma a la vuelta de cada esquina. Como absoluto y caprichoso, cual pata de elefante, puede aplastar al desocupado. No debemos soslayar el hecho de lo que implica para el sujeto humano trabajar; lo ocupa y hace espacio en su vida, más allá de la necesidad de obtener dinero. Ese espacio confiere a las veces una imagen y una identidad al individuo también el lazo social indispensable, y el terreno donde plasmar su “saber hacer”. Como se verá no es poco lo que el trabajo porta al hombre. Es comprensible entonces el surgimiento de esta “Neurosis de desocupación” la que conlleva el sentimiento de encontrarse por encima de un volcán. Sin embargo hemos observado en nuestra práctica cotidiana, que la salida de tal neurosis no implica una salida laboral o una mejora en el índice de desocupación si bien indudablemente esto influye. La salida básicamente se produce, cuando el surgimiento de una ranura, un intervalo, entre ese otro al que nos referimos y el sujeto que trabaja. Como se entenderá no es sencillo, pero tampoco es imposible impedir el agigantamiento de esta figura devastadora. Ante el fantasma de la desocupación, lo que equivale a quedar absolutamente a expensas del otro, algo debe volver a ocupar su lugar: ese algo convengamos que concierne al deseo. Nos referimos sencillamente al hecho de que muchas personas al sumirse a la falta de perspectiva, dejan arrebatar su deseo: ceden en su deseo; y, cuando alguien cede en su deseo, le confiere al Otro aún más poder del que eventualmente puede tener. Acerca de otros tiempos, escuchamos en nuestra práctica pacientes con otras experiencias en el terreno laboral, relatan con cierto descontento entre ayer y hoy sus anécdotas laborales, como “…treinta años y pico estuve en tal empresa… en toda mi vida trabajé en dos fábricas…” es frecuente. La reminiscencia del pasado laboral confrontada, de manera singular, con la realidad económica actual en la cual cada uno se encuentre. Esos espacios (fábrica, empresa, ferrocarril, etc.) tenían las marcas de haber facilitado sueños; (la casa propia, viajes a sus países natales) un trabajo que se ofrecía como escenario de construcción: crear como crearse; ascender como profesionalizarse eran formas de participar de cambios, sintiéndose partícipes del empleo y del lugar que ocupaban. Momentos en los cuales los malestares de la cultura influenciaban pero no paralizaban: se podía construir, aquí o allá, abriendo espacios alternativos a los cuales acercarse. Otro de la inestabilidad, presente por medio de los relatos, que a diferencia del Otro de la desocupación daba cuenta de mayor distancia entre este y el trabajador (un elefante más chico y con patas menos pesadas). Al decir popular “somos una gran familia”, trabajo y familia señalaban una ilusión ante este Otro, ilusión que hoy cae ante las situaciones actuales de riesgo, ante otro menos frágil. Así para algunos “el tiempo pasado fue mejor”, para otros ven peligrar sus construcciones por fuera o no de las actividades productivas que ofrece la cultura en general. Inestabilidad mayor que se desplaza a otros escenarios de la vida. “Si no… me quedo de patillas en la calle”, apuesta sacrificial que cultiva y fortifica a este Otro, como fija aún más las “Neurosis de desocupación”; de no ceder se lo puede expulsar, drama en suspenso, pero que insiste, siendo el sujeto, en ocasiones en relación a su deseo lo expulsado. Emergente como sintomático en nuestra cultura, desde aquellos des-ocupados, sub-ocupados, marginados, jubilados, como quienes reunidos por el mismo malestar “cortan rutas” en lo real frente al Otro monstruo quienes solo tienen para ofrecer: su propia vida, a falta de trabajo y una vida digna no ofrecen poco allí donde el trabajo se encuentra ausente. Situación de pánico, como S. Freud expresara, un fenómeno en que el sobresalto produce, a veces, que la masa se disperse al no compartir el mismo líder o por lo contrario se reúna para ello los “sin trabajo” por un trabajo. No siendo homogéneo como también dudosos resultados. Ante el supuesto des-empleo desde este Otro, se emplea al sufrimiento de no solo carecer del valor económico que el trabajo provee, sino de la relación con los otros, mediante la tarea como aquellos efectos no calculados que produce en los demás medios en que intervenga. Trabajo psíquico, pérdidas, conflictos, ocupan el lugar que antes ocupaban los sueños. Nuestro quehacer diario como psicoanalistas, tanto en el consultorio, como institucional, nos ha permitido advertir, que la elaboración subjetiva de cada quien a eses Otro que llamamos “de la desocupación” devino en un cambio de posicionamiento frente a la actividad laboral. Nos referimos a personas que si bien están empleadas, sumidas en el fantasma de la desocupación, se mostraban inertes, impedidas del matriz creativo, atemorizadas de esbozar proyectos, etc. La reubicación de ese Otro y la ocupación del deseo en su lugar, les ha permitido retomar la actividad laboral en el sesgo de la producción y el invento de cuestiones imposibles de advenir hasta el momento en que ese Otro es interpelado. Ocuparse de rescatar los sueños de un posible naufragio, no dependerá solo del Otro social sino de que el deseo vuelva a ocupar ese sitio, cada sujeto con sus marcas, transita en este viaje de la vida de manera particular, cada uno apuesta al juego con las fichas que cuenta uno para perder, otros para sumar. Posición subjetiva frente al Otro desde ofrecerse a este de manera incondicional, a proyectarse inventando por cuáles medios acercarse a alguna orilla, desplazarse metonímicamente en que la jugada del sujeto cuente con más maniobras y no sostener las coartadas del Otro.

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Lic. Olga Mabel Máter Buenos Aires, Julio de 1997.

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